sábado, 15 de diciembre de 2007

Blas Martínez Riera


La madre de Blas Martínez Riera era Julia Riera del Matogrosso brasileño, su padre era Julio Martínez del vecino país del Paraguay. El nació en la ciudad de Posadas el 16 de septiembre de 1936. Bajo el cielo de la ciudad Misionera su familia lo cobijaba bajo el espíritu de la música. Su padre ejecutaba varios instrumentos, entre el arpa, guitarra, bandoneón; lo que orquestaba en una academia que regenteaba; fue en el barrio Villa Sarita don Blasito dio sus primeros pasos musicales.

Vio la luz primera en San Luis y Alvear, en el hogar cuyo eje giraba en torno de un músico –su padre era, además, un excelente afinador de piano- y peluquero, Julio Martínez, y por una abnegada mujer, Julia Riera. Después, se mudaron a Villa Sarita, el mismo barrio donde don Julio tenía su local de peluquería y enseñaba música, particularmente a sus tres hijos, varones: Gregorio, Ignacio y Blas. Los tres también le salieron músicos, y de los buenos y aunque eran diestros para varios instrumentos, finalmente el primero y el último optaron por el bandoneón y el segundo por el piano.

Cada uno de los hijos siguió su propio derrotero. Ignacio -elogiado por Ariel Ramírez, quien no se explicaba porqué se quedó en Posadas- compuso alguna que otra pieza perdida en el recuerdo y enderezó para el lado de la docencia, a la cual se dedicó afanosamente. Gregorio, autor de numerosos temas, tocó en diversos conjuntos, inclusive llegó a hacerlo con su hermano menor y hasta grabó con él. Con Blas, por supuesto, el de mayor renombre, el que se asentó en un estilo propio y que hasta le impuso otro movimiento, un modo distinto de ejecución al legendario Cuarteto Santa Ana, aquel dirigido por Ernesto Montiel.

Blas Martínez Riera era un posadeño orgulloso de su región, a la que dedicó sus obras, registradas en más de 40 álbumes. Fervoroso defensor de la cultura guaraní, se crió en un ambiente agreste lleno de misticismo y mucha música. Su padre lo introdujo en los rudimentos del bandoneón antes de que cumpliera diez años.

Su hermano Ignacio fue concertista de piano y por último Gregorio es profesor de Bandoneón. A los siete u ocho años tuvo por primera vez en sus manos un bandoneón.

Luego participó en varias agrupaciones como el conjunto Ipu Pora y los Caballeros del Guarán, con los que llegó a tocar en Brasil y Paraguay. También sumó su instrumento a los grupos Fiesta del Rancho y el de Polito Castillo. Pero fue cuando ingresó al conjunto de Ernesto Montiel que logró desarrollar ese estilo único para el chamamé, que continuaría como solista en 1968.

La formación de su primer conjunto estaba precedida por Ramón José Barrientos, los Hermanos Cavia de Misiones, Victor Paiva, Cacho Saucedo, Tito Escobar. Grabó casi cuarenta discos entre simples y de larga duración. Compuso con Cocomarola y Montiel. También junto a Osvaldo Sosa Cordero con el cual realizó dos obras. Fue un renovador dentro de la música del litoral siempre en busca de nuevos matices y modalidades que jerarquizaran el folklore del Taragui.

Radicado en el sur de Buenos Aires, el músico misionero se había dedicado a enseñar bandoneón. Como docente dejó un manojo de discípulos que siguen sus pasos. Como músico creó una escuela en la ejecución de la música del litoral. Era supersticioso y se manejaba de acuerdo con las creencias populares. Un paro cardíaco lo sorprendió a los 65 años, sin sus amuletos y con la añoranza de la vuelta al pago, en un sapucay atragantado.

Talento desbordado
Blas Martínez Riera en la escuela primaria descollaba como bandoneonísta. Entre los primeros grupos en los cuales participó en trío fue "Ipú Porá" -Suena lindo, con Gerardo Verdún y Tito Gómez, dos guitarristas y cantores muy conocidos en los años 40 y 50.

Noctámbulo impenitente, músico bohemio, conoció todos los sitios canoros de Posadas, e inclusive de la mayor parte de Misiones y de la región. Desde la Bajada Vieja, la zona portuaria hasta La Picada, pasando por Rocamora, Patotí, Tiro Federal o Villa Flor, no hubo barrio posadeño que no hubiera sentido su bandoneón.

Antes de cumplir 20 años, hizo una breve incursión por Buenos Aires. A su regreso formó su propio conjunto, algo que ya había ensayado otras veces. Luego de actuar en unos bailes de carnaval en el Atlético Posadas, de vuelta a la Capital Federal donde integró la embajada artística de Pirca Rojas, y allí lo conoció Ernesto Montiel. Junto a éste inolvidable músico llegó consagración definitiva. Además “Blasito” realizó un aporte fundamental al estilo del Cuarteto Santa Ana.

Pero un hombre inquieto, como él, no podía permanecer para siempre en un mismo sitio, sin innovar, sin renovarse. Esto explica su desvinculación amigable del gran maestro y la conformación de una agrupación que estaría bajo su propio nombre: Blas Martínez Riera "Blasito".

Nunca eludió la innovación, ni la renovación. Buscó siempre el aporte novedoso, pero con fundamento: el "Grito changa", de José Larralde, en tiempo de chamamé, o "La inundación número no sé cuánto", este sí un chamamé de Piero y José Tcherkaski, acaso sirvan para probarlo. Con dignidad, sapiencia y humildad sumó su talento a la creatividad chamamesera y que lo llevó a empinarse inclusive sobre el escenario del Teatro Colón.

La docencia, como antes lo hiciera su padre y su hermano Ignacio, también lo tuvo como protagonista al abrir una academia dedicada a la música. En Avellaneda se afinco junto a su familia y educó a sus hijos, a los cuales enseñó, junto con la música y para nutrirla, el amor por las cosas de la tierra y su gente.

El legado artístico de Blas Martínez Riera esta abierto una treintena de discos, entre vinilos y compactos, que compendian sus más de 200 composiciones propias, aparte de las de otros autores. Esa música no habrá de dejar de sonar nunca.

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