sábado, 15 de diciembre de 2007

Buenaventura Luna


Eusebio de Jesús Dojorti, tal su verdadero nombre, nació el 19 de enero de 1906 en Huaco, un pequeño pueblo del departamento de Jáchal, provincia de San Juan.

Además de político y periodista, fue un cronista musical de su propia gente. En todas sus obras no solamente mostró a Huaco, a Jáchal, o a San Juan, sino a todo un país.

Fue uno de los grandes de la música popular argentina. Alto, severo, de oscura tez curtida por el sol, fue un incansable creador, un innovador por naturaleza. Como a muchos provincianos se lo conoció después de triunfar en Buenos Aires. Creó la Tropilla de Huachi Pampa, un reconocido grupo musical integrado entre otros por: Antonio Tormo, Remberto Narváez, Zarco Alejo, José Samuel Báez, Diego Canale, Eduardo Falú y las guitarras de Alfredo Alfonso y José Zabala, conjunto que conociera el éxito a fines de los años ´30 y durante la década del ´40.

Escribió varias zambas y canciones célebres, compartiendo la autoría en: Este camino que va con Atahualpa Yupanqui, Por qué será que parece y Zamba de las Tolderias con Oscar Valles y Fernando Portal, Puentecito de mi río (vals), Tuna tunita (gato), De pago en pago (canción) con Tormo y Canales, El carrerito (tonada) con Fernando Portal, Copla de ausencia (zamba) con Eduardo Falú. De su exclusiva autoría son: Quiero Volver, Aquí, Canto Final, Vallecito, La última carreta, En el destierro, En la taberna, La noche, Romance del viento largo, y su obra cumbre: Las Sentencias del Tata Viejo.

Condujo polémicos programas radiales en su provincia y en Buenos Aires. Conoció la persecución política y la cárcel. A pesar de sus éxitos, siempre retornaba a su fuente de inspiración: El viejo molino de Huaco.

Sus últimos días fueron tristes. Fue operado de un cáncer de laringe en el Policlínico de San Martín, provincia de Buenos Aires, y como consecuencia de este mal quedó casi sin habla, pues se le efectuó una traqueotomía. Sus amigos más íntimos -Fernando Portal, Eduardo Falu, Fermín Alvarez, Carlos Vega Pereda y Carlos Lastra (integrantes de los Quilla Huasi)- lo acompañaron en sus últimos días. Cuando llegó su hora, el 29 de julio de 1955, a los 49 años, cubrieron su cuerpo con su poncho y en el panteón de SADAIC del cementerio de la Chacarita, Alfonso y Zabala tocaron una tonada.

Su último deseo fue que sus restos fueran enterrados en Huaco, su pueblo natal. Un año más tarde después de su muerte, su deseo pudo cumplirse: luego de que se le rindieran los honores en la capital sanjuanina y luego en Jáchal, llegó a Huaco; en Pampa del Chañar, al pie de un algarrobo, como marco de la tradición, un grupo de arrieros lo esperaba con canciones. Así llega Buenaventura a su tumba con forma de guitarra.

Todos los 29 de julio de cada año, los escolares forman una improvisada guardia, los arrieros llegan hasta el lugar entonando canciones y hasta se baila al son de las guitarras, al pie de la tumba del poeta.

Y quizá por don Bunaventura Luna o porque siempre fue así, lo cierto es que en Huaco, el cementerio es alegre y nadie le teme a la muerte.

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